El miedo me ha abrazado, acobijado y en ocasiones paralizado. Lo he sentido instintivo, psicológico y lo he sentido post traumático. Al miedo lo he sentido en la mente, en el cuerpo y las emociones; lo he sentido mucho en la piel, en la espalda y en el pecho, lo he sentido alterando mi respiración.
El miedo en gran medida es de la mente, es psicológico y viene a partir de acondicionamientos o traumas vividos. También hay un miedo instintivo, natural, un miedo amigo que anuncia el riesgo, el peligro y nos permite sobrevivir, salvarnos, y en ocasiones, salvar la vida de otros.
El mejor regalo que la vida pudo darme y que yo pude elegir tener, fue observar mis miedos de frente, con miedo y todo, detenerme y ver el miedo, sentirlo, conocerlo en mí, escuchar su mensaje, su contenido y transformar mi relación con él, pasando de tener una relación de evasión e inconsciencia a una relación de consciencia.
En ocasiones la cultura o las creencias familiares y las vivencias, han aportado para que tratemos de no darnos cuenta de que sentimos miedo, para que miremos a otro lado, imaginemos que el miedo no está, no hablemos de él, y pensemos que podemos estar presentes y proyectarnos hacia el futuro, hacia anhelos y propósitos, aun sin ver ni reconocer el miedo.

Pero el miedo, como las emociones, solo se queda ahí, a ellas no les interesa si tú las ves o no, ellas solo hacen presencia, y no se van sólo por ignorarlas, en la mayoría de ocasiones realmente necesitas mirarlas, sentirlas y aprender de ellas lo que te están mostrando y lo que quizá necesitas comprender o ejecutar, escuchar cuál es su llamado.
Al elegir mirar de frente el miedo o cualquier emoción, quizá te encuentres con escenarios muy profundos displacenteros y dolorosos, y ese es nuestro gran temor, ese puede ser un gran desafío, pero muchas, muchas veces, mirar las emociones e incluso al miedo, te traerá descanso, entendimiento y liviandad.
¿Por qué seguimos huyendo entonces de las emociones y del miedo?
¿Por qué no hemos aprendido que atestiguando el miedo podremos aliviarnos, comprender y quizá liberar energía creativa, seguridad, fortaleza y paz?
Me gusta siempre recordar la frase que muchos han descubierto en sus caminos de vida: “con miedo y todo, ¡lo haré!”
Pues esa frase me permite comprender que no es necesario esperar a que el miedo se extinga totalmente para estar presentes y para dirigirnos a nuestro camino y nuestros anhelos más profundos o cotidianos. Con miedo también podemos avanzar, reconociendo y mirando nuestros miedos de frente, haciendo una buena y nutritiva pausa para sentir el miedo y habitarlo, reconocer su tesoro escondido, respirarlo y abrirle espacio en nuestro interior, dejar de imaginar que no existe y más bien reconocer que ahí está.
Evadirlo, cerrar los ojos a él, mantener la fantasía de que no existía, me dificultaba estar presente en mí, hacerme cargo no sólo de mi miedo, sino de mi mundo emocional, y me dificultó aún más, por mucho tiempo, poder soltarlo, Ahora me doy cuenta de esto:
¿Cómo soltar y aliviar algo que no ves y no quieres tocar?
Toca el miedo y míralo para saber cómo asumirlo, para al amistarlo y conocerlo, abrir espacio y que no haga tanto ruido consciente o inconsciente mente. Míralo, vuélvete su testigo y luego desapégate totalmente de él, reconoce que es una emoción y que la emociones, como me gusta decir, son la banda sonora de lo que sucede, más no lo que sucede en sí mismo. Al hacer esto, te darás cuenta que eres mucho más que una emoción, que eres mucho más que el miedo, que tu espacio interior es enorme y el miedo es solo una emoción que está ahí en ese gran espacio. Desde esta mirada, todo cambia.
“La vida comienza, donde termina el miedo” OSHO
Relacionarte con amistad y presencia con el miedo a veces no es fácil, estamos mal educados en cuanto a qué hacer con las emociones, no nos enseñaron cómo habitarlas, cómo no identificarnos del todo con ellas y nos enseñaron a huir al displacer que algunas de ellas nos generan, por milenios más bien nos han enseñado a reprimirlas, y estamos aprendiendo a no hacerlo, a sentir con liviandad, curiosidad y valentía.
Si te cuesta, si el miedo te abruma, no sabes cómo vivirlo de manera más liviana, si el miedo te aleja de tu presente, de tu toma de decisiones, tu valentía y el cumplimiento de tus anhelos y propósitos, busca apoyo, busca acompañamiento terapéutico, busca lo que sea que necesitas.
Transformar tu relación con las emociones es todo un cambio estructural mental y emocional, un cambio en todas tus dimensiones y en tu filosofía de vida. A veces cuesta, es una gran práctica, pero es posible y sin duda, vale la pena.